20110827

Soltero y sin compromiso: Capítulo uno.

Publicadas por Syrus Zuviel a la/s 3:44 a.m.

Loki parecía ser una persona normal. Con 24 años había obtenido un contrato definitivo en una empresa farmacéutica, tomando un pequeño cargo en la especialidad que tanto le llenaba: investigación. Tenía estudios finalizados, familia, un hogar y recientemente un trabajo. Tuvo amigos en el colegio, pubertad, novia; pasó por todas las cosas por las que un hombre normal debería.
Sí, ese fue su sueño frustrado, ser un adulto común y corriente.

Porque a pesar de lo mundana que parece su vida a grandes rasgos, puede ser llamada de cualquier forma, menos normal. Para empezar, no todos los chicos son padres adolescentes como él lo fue. Sí, fue estúpido, cosa del momento, hormonas revoloteando, un creciente desarrollo cerebral en  el pene y el resultado. Desde entonces no había parado de trabajar.
Oh, cierto. ¿Cuándo fue la última vez que tuvo vacaciones? Bah, cuentas que no vienen al caso.
Como sea, ¿qué más daba tener un hijo a los 16 años? Estaba enamorado, trabajaría y estudiaría para sacar adelante a su familia, se casaría en dos años más y vivirían felices para siempre. Efectivamente, el y su novia se casaron apenas cumplieron los 18, tuvieron una linda boda, recepción y luna de miel. El problema era que, al parecer, ni su esposa ni él conocían el significado de “preservativo”. Más o menos por esa época fue cuando sus cercanos notaron la divertida similitud fonética entre su nombre y “Lucky” (aunque claro, él no le encontraba ni puta gracia).
Aun con todo en contra, sus ánimos no decayeron. Trabajaba y estudiaba el doble, apenas tenía tiempo para comer y dormir, se exigía cada día más, dando incluso más de lo que podía. Su esposa, por otra parte, dejó los estudios en cuanto se enteró de su segundo embarazo, se volvió una inteligente pero esclavizada ama de casa, se consumió en medio de ese ambiente familiar tan empobrecido, y extrañando sus gloriosos días de adolescencia, abandonó todo tras un hombre que le prometió la vida que soñaba, después de dos años de tortura.
Trabajólico, perfeccionista, solitario y desconfiado. Loki jamás volvió a creer en nadie, ni en nada. Pero no se detuvo, nunca lo hizo, porque habían dos personas que sonreían felices al verlo y se acercaban a él corriendo para abrazarle las piernas; las mismas que lo hacían gritar enfadado, llorar de preocupación y sonreír de felicidad. Sólo por ellos, para atesorar esos hermosos sentimientos, se convirtió en lo que era hoy: un ogro.
Durante los cuatro años siguientes intentó tener nuevas experiencias amorosas, lamentablemente, esa personalidad tan desagradable con la que tendría que cargar durante toda su vida ya había madurado. De todas, sólo una lo soportó más de una semana. Por supuesto que no la amaba, jamás volvería a amar a nadie, pero digamos que aun sonríe vagamente cuando la recuerda. Tenía 21 cuando falleció con una sonrisa en los labios, según decía en la carta. La madre de aquella dama se acercó a él una semana después, observó a sus hijos de pie a su lado, hizo un gesto de desprecio, se deshizo de lo que tenía que entregar y se marchó.
Loki siguió luchando pese a todos los consejos sobre adoptar, sobre todo a ese par de gemelos salidos de la nada. Fue odiando más a la gente y amando más a sus hijos cada día que pasaba. Dedicaba todo su tiempo a ellos, a su trabajo y estudios; no tenía tiempo para pensar si realmente era el padre de los pequeños, o si necesitaba un momento para él, vacaciones. Sólo podía pensar en lo que necesitaba urgentemente, qué le daría de comer a sus hijos al día siguiente, cuáles deudas tenía que pagar y cuáles ya había pagado, etcétera.
En resumidas cuentas, Loki tenía padres normales, un hogar, tuvo su primer hijo a los 16, se caso a los 18, ese mismo año tuvo su segundo hijo y entró a la universidad, se separó a los 20, a los 21 tuvo dos hijos más y a los 24 egresa y es contratado en un humilde puesto de investigación en otro estado, por lo que debe dejarlo todo y comenzar desde cero con cuatro bocas más que alimentar. Ya no suena tan normal, ¿verdad?
Su vida ahora es su familia, así de simple. Lo único que sabe de él es su estado civil: soltero y sin compromiso, y así se quedará para siempre.
- Papá, no puedo abrir la puerta… - la primogénita lo sacó de aquel maravilloso viaje mental a través de su vida.
- ¿Cómo no vas a poder abrirla? Usa la cabeza Helen, seguramente diste vuelta la llave hacia el otro lado
- No es eso, está apretada – exasperado, arrojó las cosas que tenía en las manos al suelo y empujo a su hija a un lado.
- Permiso… - el sarcasmo se hizo escuchar.
- Dame espacio – respondió el orgulloso padre.
Su molestia era infundada, pues la puerta sí estaba atorada. En pleno verano es común que las puertas se expandan y terminen atorándose, pensó, a si que comenzó a forcejear. Y ahí estuvo, un largo rato, mientras su hija mayor se sentaba sobre el equipaje y los otros tres revoloteaban excitados por ahí, calmándose por unos minutos casa vez que su padre les gritaba.
El ruido, la jodida puerta que pulverizaría en cuanto pudiese entrar, elevaban su ira hasta límites insospechados, sin mencionar ese calor infernal que le fría el cerebro. Poco antes de explotar de rabia y descargarse contra los ruidosos, el sol dejó de molestar. Y no sólo eso, una descomunal presencia envolvió todo lo que no estaba limitado por la puerta, tomó el pomo de la puerta y lo abrió como por arte de magia. Al estar apoyado en la puerta, el cuerpo de Loki entró junto con la puerta en su nuevo hogar. Se giró curioso para ver quien lo había ayudado.
Era un hombre alto, corpulento, de ojos azules y pelo rubio que caía haciendo pequeñas y desordenadas ondas hasta la base de su cuello. Sonrisa amable, camisa a cuadros, jeans y zapatillas. Su nombre era Thor. 


1 comentarios:

Anónimo dijo...

espero lo continues te quedo genial

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